Todos, sin excepción, podemos sentirnos incluidos en el tristemente célebre grupo de “los secuestrables”. Ha dejado de importar el nivel socioeconómico ante la voracidad de los delincuentes: en la actualidad se llevan a cabo secuestros para exigir cantidades mínimas por rescate, lo que ha derivado en la llamada “masificación” o “industrialización” del secuestro, dado al número de víctimas que pueden ser privadas de su libertad y recolectar dinero por ellas.
De este modo nadie está exento de esta posibilidad terrible. Los secuestradores pueden aparentar que son personas comunes y corrientes, que llevan una vida digna, estar al frente de un negocio próspero y representar el papel de abnegados padres de familia.
Si bien las medidas de prevención están expuestas a lo largo de todo este manual, es importante abundar sobre la forma en que se cometen este tipo de delitos, para cancelar la posibilidad de ser una víctima más.
Secuestro virtual
Se trata en realidad de una farsa: los “secuestradores” llaman y extorsionan a la familia de una persona determinada, indican que la tienen secuestrada y piden rescate. Las víctimas de esta farsa, que es un delito auténtico sin duda, son personas que no pueden localizar a su familiar en ese momento para comprobar la veracidad del hecho, e inclusive son engañadas en virtud de que los delincuentes ponen a otras personas al teléfono, quienes simplemente gritan pidiendo auxilio, fingiendo ser golpeadas.
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